sábado, 4 de agosto de 2012

Aprovechando Las Fiestas



Caminando por la calle, Celso estaba desanimado. Golpeó una lata y pensó:

Las fiestas no están siendo como yo soñé.

Durante el año escolar, teniendo que hacer tareas y enfrentar pruebas, él tenía ansias por las fiestas escolares prometiéndose a sí mismo no hacer nada, de nada. Quería descansar.

Hasta avisó Celso a su madre, firme:

Mamá, en las fiestas no quiero hacer nada. Nada de trabajo, nada de actividades. ¡No me despiertes! ¡Quiero dormir bastante.

La madre estuvo de acuerdo. Ahora, Celso dormía hasta mediodía, despertándose sólo a la hora del almuerzo. Después, estaba el resto del día sin hacer nada. Al principio hallaba esa vida, buena, después, sin saber porqué, empezó a sentirse irritado y descontento, reclamando por todo.

Los colegas insistían para que fuese con ellos a jugar a fútbol o para ir a la piscina, pero el niño se negaba diciendo:

No voy, no.

¡Quiero descansar!

Cierto día una amiguita de Celso, pasando por su casa y viéndolo en el portal, le invitó:

Tengo un grupo que va a llevar sopa a una favela y voy a juntarme con ellos. ¿Quieres ir también?

¿Estás bromeando? ¿Con ese sol y ese calor que está haciendo? ¡Ni pensarlo!

Pasó una semana…dos semanas…

En la tercera, Celso ya no aguantaba más la monotonía.

Observando a su madre lavar ropa, el niño se desahogó:

Mamá, no sé lo que está pasando conmigo. Estoy sin ánimo. He perdido el hambre. No he conseguido dormir seguido toda la noche. Paso las horas acostado, sin sueño. ¡Y, lo peor, es que vivo cansado!

La madrecita se secó las manos en el delantal, miró a su hijo desanimado y sonrió, comprensiva:

Es exactamente porque tú no estás teniendo ninguna actividad útil, hijo mío. Cuanto menos hagas, más cansado estarás.

Se sentó al lado de Celso en un banco allí cerca y continuó:

Para poder vivir, Dios nos dotó de energías. Esas energías tienen que ser bien utilizadas por nosotros. Por eso sentimos necesidad de trabajo, de movimiento, y de actividades.

Pero cuando acabó el año escolar yo estaba muy cansado y no quería ver libros frente a mí.

Muy justo, porque estudiaste y te esforzaste bastante durante el año, hijo mío, y necesitabas descansar. Ahora ya estás descansado y necesitando poner el cuerpo en movimiento y la mente. Existen otro tipo de actividades que nos distraen, alegran y animan. Leer un buen libro, hacer deporte, una visita, ayudar a alguien, son cosas útiles y agradables.

Celso pensó un poco y concluyó que la madre tenía razón.

Aquella tarde, acompañó a los amigos al club para un partido de fútbol. Volvió para casa con otro aspecto.

Al día siguiente encontró a la niña que iba a llevar sopa a la favela y se dispuso a acompañarla. Vio tanta necesidad y sufrimiento, que se conmovió. Ayudó a distribuir la sopa y el pan, habló con los niños, visitó a las familias y volvió a casa con nuevo ánimo.

Acalorado y sonriente, entró en casa y relató a la madre lo que hiciera. Estaba con otro aspecto y tenía un brillo diferente en la mirada.

Se sentó y comió sin protestar. Con las actividades del día, se sentía cansado pero satisfecho. Aquella noche durmió y tuvo el sueño tranquilo. Al día siguiente despertó pronto, bien dispuesto y animado, afirmando:

¡Mamá, yo quiero aprovechar mis vacaciones!

FIN. 

Tía Celia.

Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.


Las historias relacionadas aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual, actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores para sus clases de evangelización.  Fuente: http://www.searadomestre.com.br/

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