En la escuela de Octavio se organizaba una fiesta y los alumnos, animados, ultimaban los preparativos. Algunos colgaban enormes cordones de banderitas coloridas, otros hacían carteles, otros barrían el suelo, otros limpiaban las mesas y sillas.
En la cocina se
preparaban tartas y pasteles, dulces y salados, para ser servidos durante la
fiesta.
Trabajaban con amor,
mientras hablaban y se divertían.
Octavio era el único
que no quiso colaborar en nada.
La profesora, atenta y
dedicada, le solicitó varias veces que ayudase en ese o aquel sector de
servicio, pero él se negaba terminantemente a ayudar en el esfuerzo de todos.
En cierto momento, la
profesora le ordenó severa:
Ya que tu te niegas a
colaborar en la organización de nuestra fiesta, a ejemplo de los demás, tendrás
otra tarea: deberás entregarme mañana, sin falta una redacción sobre el tema:
La Vida de las Hormigas.
¡Pero profesora, eso
no es justo! – protesto el niño. - ¿Sólo yo tengo que hacer ese trabajo?
Engaño tuyo, Octavio.
No es justo que tú estés sin hacer nada mientras tus compañeros trabajan y se
esfuerzan para beneficio de todos.
Hizo una pausa y,
viendo la indecisión de Octavio, completó:
Puedes comenzar ya,
en caso contrario no conseguirás terminar hasta mañana.
¿Pero, cómo hacer
eso? ¡No sé por donde comenzar! – replicó el niño.
Es simple. ¡Observa
las hormigas en el jardín!
Muy contrariado,
Octavio se encaminó para el jardín de la escuela. Suspirando, se sentó en el
suelo y pensó: ¡Caramba! ¿Dónde voy a encontrar hormigas?
En eso, vio una
hormiguita que pasó rápida entre sus pies. La siguió con la mirada y enseguida
reparó en otras dos que seguían rápidas, en el mismo sentido.
Curioso, se levantó y
las acompañó. Un poco adelante, vio una hormiga que volvía cargando un pedazo
de pan que, a pesar de ser pequeño, era muchas veces mayor que ella.
Sonrió divertido y, al
mismo tiempo admirado: - ¿Adónde será que ella va a llevar aquel pedacito de
pan duro? – pensó.
Miró a su alrededor y,
un poco más allá, vio un gran pedazo de sándwich que alguien tiró. Alrededor de
él, decenas de hormigas trabajaban diligentes. Algunas cortaban pedazos
pequeños y otras los transportaban.
Cuando el pedazo era
aun muy pesado para sus pequeñas fuerzas, unían los esfuerzos y lo cargaban
juntas.
Siguiendo el trayecto
que hacían, Octavio notó que entraban en un hormiguero, dejaban la carga y
volvían al trabajo.
¡Qué interesante! –
murmuró Octavio, impresionado con la cooperación y la unión existente entre las
pequeñas operarias. - ¡Son tan pequeñas y tan unidas y trabajadoras!
En ese momento, se
acordó de la fiesta de la escuela y que sólo él no estaba colaborando. Se
levantó, avergonzado, buscó a la profesora pidiendo que le diese una tarea.
Sonriente, la maestra
preguntó:
¡Muy bien! ¿Pero qué
hizo que tú cambiaras de idea, Octavio?
Las hormigas que la
señora mandó que yo investigase. Viven unidas en un sistema de cooperación
fraterna y amiga. Si ellas pueden trabajar, yo también puedo.
Paró de hablar, mirando
a la profesora y dijo:
Sólo que, ayudando en
la fiesta, no tendré mucho tiempo para preparar la redacción. ¿Necesito
entregarla mañana mismo?
La maestra sonrió
satisfecha y, colocando la mano sobre la cabeza del niño habló, con cariño:
No, Octavio. No hay
necesidad de hacer la redacción. Tú ya aprendiste tu lección.
FIN.
Tía Celia.
Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
Funte: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.
Las historias relacionadas
aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de
responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual,
actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores
para sus clases de evangelización. Fuente:
http://www.searadomestre.com.br/
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