sábado, 4 de agosto de 2012

El Tarro de Barro




Un tarro de barro, viejo y sucio, fue tirado al suelo por ser considerado inútil.

Ya conoció momentos felices, fue joven y bonito, y su pintura atraía las miradas de admiración de todos.

Pasó por manos respetables y tuvo mucha utilidad. Pero ahora, después de servir durante muchos años con lealtad y firmeza, el fue considerado basura y tirado al estercolero. Sólo no se partió, porque cayó en medio de la suave vegetación, que le amortiguó la caída.

Triste, el viejo tarro de barro se lamentaba de su suerte y de la ingratitud de los hombres. Sentía nostalgia de las manos amigas que lo acariciaron, y la inactividad a que fue relegado le dolía por dentro.

¡Así que el deseaba tanto servir y ser útil!

El tiempo pasaba y el continuaba allí, tirado en el suelo.

La lluvia lo castigaba y el viento lo llenaba de tierra. Vino el invierno y el tiritaba de frío sin poder protegerse.

Un día, traída por el viento que soplaba fuerte, una simiente cayó sobre su dorso y, tiritando de frío, le suplicó:

Oh, mi amigo tarro, ¿puedo abrigarme dentro de usted? El viento me arrastra y el frío me castiga. ¡No tengo donde quedarme!

Feliz por poder ser útil, el viejo tarro respondió gentil:

¡Con todo placer, mi pequeña amiga! Entra en mi interior y quédate a gusto.

Y la simiente allí quedó, protegida del viento y del frío, quietecita… quietecita…

Sin tener qué hacer y cansado de la vida, el tarro se durmió esperando que la estación cambiara y el tiempo mejorara.

Cierto día despertó al notar pasos de alguien que se aproximaba, y oía una exclamación:

¡Qué bonito tarro de barro!

Miro a los lados para ver sobre quien hablaban, ¡pero admirado notó que era a él a quien se dirigían!

¡Sorprendido, sólo entonces notó que se transformó en un bello jarrón de flores!

La simiente que él permitió que se alojase en su interior germinó y, en medio de verdes y brillantes hojas, bonitas flores se abrieron llenándolo de perfume y color.

Y el tarro sonrió satisfecho de la vida y muy orgulloso de su nueva y útil ocupación.

También así ocurre con nosotros en la vida, mis amiguitos. Siempre podemos ser útiles para alguna cosa. Y cuando tuviéramos real deseo de servir y ayudar a nuestro prójimo, seremos más felices porque también seremos auxiliados.

Jesús, que es Nuestro Maestro, siempre nos recompensará por el bien que hicimos a los otros.

¿Pues no fue él mismo que dijo: “A cada uno según sus obras”?

FIN. 

Tía Celia.

Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.


Las historias relacionadas aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual, actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores para sus clases de evangelización.  Fuente: http://www.searadomestre.com.br/

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