sábado, 4 de agosto de 2012

La Cascara de Plátano



Laurita estudiaba en la escuela de su barrio, y estaba en la tercera serie del primer grado. No se preocupaba mucho con los estudios, pero conseguía siempre ser aprobada, aunque con dificultad.


Ahora, ya casi al final del año, Laurita iba a hacer una prueba muy importante.

Su madre la aconsejaba a estudiar, pero Laurita respondía:

Después. Ahora estoy jugando.

¡Laurita, ven a estudiar, hija mía!

Más tarde, mamá. Ahora necesito hablar con mi amiga.

Algunas horas después la madre atenta la llamaba nuevamente, y ella replicaba: 

Mañana, mamá. ¿Puedo ver la televisión? ¡Sólo un poquito!

Después estaba con sueño y se iba a la cama y, al día siguiente, todo se repetía de la misma manera.

Hasta que llegó el día de la prueba.

Nerviosa, Laurita fue a la escuela y volvió bastante deprimida.

¡Una vergüenza! Recibió una nota de CERO en la prueba y fue la burla de toda la clase. A los otros alumnos les fue bien y encontraron las preguntas fáciles. Sólo ella no sabía nada y, por tanto, nada respondió.

La profesora la llamo a su lado, preguntando la razón de aquel tremendo fracaso, sin embargo Laurita, con la cabeza baja y muy avergonzada, nada respondió.

Al llegar a casa se lo contó a su madre, llorando mucho. Se sentía humillada delante de los compañeros de clase, creía que no gustaba a nadie. Y tomó una decisión:

¡No voy más a la escuela! No quiero ver más a nadie.

La madre, con cariño, le apartó los cabellos diciéndole con ternura:

No te comportes de esa manera, hija mía. En verdad, tu recibiste una lección merecida. Cogiste lo que plantaste, ¿entiendes? Como no estudias nada, nada podrías saber, ¿no es? ¡Tú fracaso es, por tanto, responsabilidad tuya!

La niña miró a la madre, sorprendida, ya parando de llorar.

Puede ser. Pero no vuelvo más a la escuela. ¡Nunca más! ¡Y, después, voy a perder el año entero!

Su madre sonrió, sabiendo que no era el momento para insistir en el tema. Laurita iba a reflexionar y, probablemente, cambiaría de actitud.

Para entretenerla, la invitó para ir juntas a la panadería de la esquina. En el camino, la niña, que se distraía con el movimiento de la calle, piso una cáscara de plátano que alguien tiró en la calzada. ¡Se llevó el mayor golpe!

Rápidamente, toda dolorida y mirando alrededor, para ver si alguien presenció su caída, Laurita se levantó, avergonzada.

La madre vio en aquel incidente la oportunidad para una lección, y no perdió tiempo:

¿Por qué tú nos te quedaste tirada en el suelo?

Laurita miró a la madre, sorprendida y sin entender la pregunta.

¿Qué? ¿Por qué no me quedé tirada en el suelo? ¡Claro que no!

¡Ah! ¿Tú no pensaste en quedarte tirada en la calzada?

Laurita replicó, horrorizada:

¡Qué idea, mamá! Naturalmente que no. ¡Me levante lo más rápido posible!

La señora moviendo la cabeza, estando de acuerdo:

Eso mismo, hija mía. Es así como debemos obrar siempre. ¿No piensas que tu situación en la escuela sea más o menos la misma?

Laurita escuchó y pareció meditar por momentos.

Piensa bien, querida. En nuestras vidas las dificultades son obstáculos que necesitamos superar. Y no importa cuantas veces tengamos una caída, tenemos siempre que levantarnos y seguir adelante.

La niña sonrió y sus ojos se iluminaron.

¡Tienes razón, mamá! Una prueba mal hecha no significa nada, a no ser que necesite esforzarme más. Mañana voy a la escuela.

Al día siguiente, pronto, Laurita volvió a las aulas y, para su alegría, la profesora le dio una nueva oportunidad para que pudiese recuperar los puntos perdidos.

Al final, aquel problema que le pareció tan grande y sin solución, en verdad era bien pequeño.

Y Laurita, de ese día en adelante, siempre que se veía en dificultades y tenía ganas de desistir, se acordaba de la lección que le dio una humilde y despreciada cáscara de plátano.

FIN.


Tía Celia.

Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.


Las historias relacionadas aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual, actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores para sus clases de evangelización.  Fuente: http://www.searadomestre.com.br/

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