Pedrito jugaba con sus
amigos en el jardín jugando a las canicas. Eran niños gamberros. Pero a Pedrito
le gustaban. Cansado del juego, uno de ellos dijo, poniendo cara de fastidio:
¡Que día más
aburrido! Nada tenemos que hacer.
Golpeando unas piedras,
Pedrito estuvo de acuerdo:
Así es. ¿Qué tal si
nosotros jugásemos a pega-pega?
Dedé, balanceando la
cabeza, respondió:
¿Otra vez? ¡Ya
hicimos eso hoy!
¿Qué tal si amarramos
el rabo del gato y le encendemos fuego para verlo correr?, sugirió Juanito,
con maldad, con los ojos brillando de animación.
¡Nada de eso!, replicó Dedé, ¿Olvidasteis que ya hicimos eso? Mi gato está todo quemado y mi
madre estuvo muy enfadada conmigo.
Pedrito estaba de
acuerdo:
Es verdad. Tenemos
que inventar cosas diferentes.
Pero, ¿qué? – Dedé
preguntó. Ya jugamos a las canicas, corrimos detrás del perro de Pedrito,
ensuciamos la ropa de la baranda de doña Antonia, tomamos helados…
¡Ya sé! – habló
Juanito con aire inteligente y travieso – Vamos a robar frutas en el huerto del
viejo Simón.
Todos aplaudieron. Al
final, habían encontrado algo diferente para hacer. En eso la madre de Pedrito
lo llamó para tomar un baño y cenar. Como era tarde, decidieron dejar el juego
para el día siguiente.
A la noche, Pedrito se
colocó el pijama y se echó. Su madre vino a darle las buenas noches y juntos
hicieron una oración.
En aquel momento,
envuelto por las bendiciones de la oración, Pedrito sintió remordimiento de
todo lo que hizo y deseoso de cambiar.
El niño oró a Jesús
pidiéndole que lo transformase en un niño bueno y lo librase de las tentaciones
del mal.
Todavía, recordando que
los amigos estarían esperándolo, pidió a la madre que lo despertase pronto, y
explicó:
Quedé en encontrarme
con Dedé y Juanito.
La madre, preocupada,
le aconsejó:
Mira, hijo mío, lo
que vas a hacer. No me gusta que andes en compañía de esos niños. Son muy
maliciosos.
No te preocupes,
mamá. No vamos a hacer nada malo.
La madre se despidió,
dándole un beso en la cara:
Está bien, hijo mío. ¡Buenas noches! Que tú ángel de la guarda te proteja y te inspire buenos pensamientos.
A la mañana siguiente,
Pedrito amaneció muy indispuesto. Pasó mal la noche, tuvo fiebre, escalofríos.
La madre lo examinó y, por las manchas en el cuerpo, pensó que podría ser
varicela, pues había oído decir que varios niños estaban con esa enfermedad.
Pedrito no consiguió
levantarse para ir al encuentro de los amiguitos.
Más tarde, un vecino
vino a verlo y preguntó:
¿Ustedes saben de la
noticia? Hoy por la mañana dos niños entraron en las tierras del viejo Simón
para robar frutas y fueron agarrados por los perros cuando intentaban saltar el
muro.
Preocupada, la madre de
Pedrito preguntó:
¿Y los niños?
Están bien, aunque un
poco magullados. ¡Tuvieron un susto terrible! ¡Podrían haber muerto!
Pedrito, asustado, oía
la conversación. Después, no se contuvo y comenzó a llorar, hablando con voz
entrecortada del llanto:
¡Qué bien que me puse
enfermo!
Y le confeso todo a su
madre, que lo oyó en silencio.
¿Estás viendo, hijo
mío de lo que te libraste? Agradece a Jesús y a tu ángel de la guarda que él te
protegiera. ¿Te acuerdas de la oración que hiciste anoche antes de dormir? La
oración nos protege siempre, y es una ayuda preciosa en las dificultades y peligros
de este mundo. Procura ser siempre bueno para merecer el amparo de los Amigos
Espirituales.
Es verdad, mamá.
Procuraré ser un niño diferente de hoy en adelante, lo prometo.
Y terminó con un
suspiro aliviado:
¡Bendita varicela!
FIN.
FIN.
Tía Celia.
Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.
Las historias relacionadas
aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de
responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual,
actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores
para sus clases de evangelización. Fuente:
http://www.searadomestre.com.br/
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