sábado, 4 de agosto de 2012

El Caballito Rebelde




En cierto lugar muy agradable, en medio de una bonito pastal, vivía un caballito que era el orgullo de todos.

Nació allí en aquellos parajes y los otros animales lo amaban como si fuese el hijo de cada uno de ellos.

Él nació fuerte y sano. Le dieron el nombre de Hermoso.

Era realmente un placer verlo correr por los campos, galopar en la pradera, jugando con otros animales. Pero Hermoso, por tener la atención y el cariño de todos, creció convencido y orgulloso. Nada era bastante bueno para él. Quería siempre lo mejor para sí y creía que tenía aun el derecho a la atención general.

Cuando se volvió un joven caballo, de pelo brillante y sedoso, piernas ágiles y fuertes, su dueño decidió que él sería un corredor. Al final, Hermoso era rápido como una flecha y, sin duda, el caballo más rápido de la región. Sería entrenado para participar de las corridas de caballos y, con seguridad, tendría días de gloria en el hipódromo.

Hermoso torció la nariz. Se negó a participar del entrenamiento juzgándose superior a esa tarea.

¡Yo no!, afirmaba él, ¿Me cansaré corriendo para diversión del pueblo? ¡De modo ninguno! No voy.

El patrón, decepcionado, juzgo que tal vez hubiese errado en sus cálculos. Probablemente Hermoso no tenía tendencia para correr. ¿Quién sabe si se sentiría mejor en el propio hogar? Dejaría a Hermoso para uso de su esposa. A ella le gustaba cabalgar y estaría feliz con el regalo.

Hermoso se negó. Cuando la mujer montó en su dorso él mostró su desagrado dando saltos. Para no caer, ella desmontó y nunca más quiso saber de él.

Aun intentando disculparlo y justificar sus actitudes, pues lo amaba, el dueño pensó:

¿Quién sabe si mi esposa es muy pesada para Hermoso? ¡Tal vez, si mi hijo lo montase, su reacción sería diferente!

¡Nada! El adolescente montó, bajo la asistencia amorosa del padre, y pronto tuvo que descender porque Hermoso reaccionó dando coces y saltos.

Y así, sucesivamente, el dueño de Hermoso intentó de todo para preparar una tarea para él. Intentó colocarlo tirando una carreta ligera y el arado, sin resultado. Tropezaba siempre en su mala voluntad.

Finalmente, el tiempo fue pasando y, viendo que no conseguía ubicarlo en ningún sector de servicio, pues a Hermoso le gustaba aún correr por los campos, alimentarse muy bien y beber agua fresca, el hombre perdió la paciencia y decidió venderlo, aunque con mucho dolor en el corazón.

Cuál no fue su sorpresa al encontrar cierto día, algún tiempo después, en una pequeña y polvorienta carretera, a Hermoso, su lindo caballo Hermoso, que poseyera de todo, que podría haber sido un campeón en las carreras, animal de compañía y montaría para su familia, que lo trataba con inmenso amor, ahora irreconocible, sucio y maltratado, con la cabeza baja, humillado, tirando con gran dificultad un pesado carro.  

Le fueron dadas muchas oportunidades que Hermoso no hubo sabido aprovechar. Ahora, tendría que aprender el valor del trabajo bajo condiciones mucho más difíciles y arduas, para que pudiera valorar las bendiciones que el Señor hubo colocado en su vida.

FIN.

 Tía Celia.

Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

Funte: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.


Las historias relacionadas aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual, actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores para sus clases de evangelización.  Fuente: http://www.searadomestre.com.br/

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