Su familia, aun así,
era muy pobre y su padre no tenía recursos para comprarle el juguete tan
deseado. Y Tonino, sabiendo esto y siendo un niño muy comprensivo, no pedía
nada. Sólo soñaba.
Por la noche, antes de
dormir, siempre daba rienda suelta a la imaginación y hacía cuenta que estaba
cabalgando un lindo caballo de madera.
El día de su
cumpleaños, cuando cumplió ocho años, el padre le trajo de regalo una pequeña
pelota de caucho. No era el caballito de palo con que él soñaba tanto, pero era
una linda pelota colorida y él se quedó feliz, porque sabía cuanto representaba
para el padre aquel sacrificio.
Cierto día, jugando con
la pelota nueva en la calle, Tonino vio a un niño que miraba fijamente a la
pelota colorida.
Lleno de compasión,
pues tenía un corazón muy bueno, Tonino se aproximó al niño con la pelota en la
mano. Los ojos del pequeño estaban brillantes cuando él dijo:
¡Que bonita pelota!
Siempre soñé tener una igual a esa.
Llevado por un impulso
generoso, Tonino le extendió las manos, diciendo:
Es tuya. Puedes
llevartela.
El niño estaba
sorprendido.
¿Tú me estás dando
tú bonita pelota? – preguntó, aun no creo en tan gran felicidad.
Como Tonino lo
confirmó, él se lo agradeció y, agarrando la pelota con las dos manos, se giro
y salió corriendo y gritando de alegría.
Tonino sonrió también,
contento. ¿Por qué no satisfacer el deseo del niño? Al final, él bien sabía lo
que era desear una cosa y no poder tenerla.
Cuando el padre llegó
del trabajo por la tarde, él le contó lo que hizo.
Hiciste muy bien,
hijo mío, no debemos ser egoístas. Pero, ¿no sentirás falta de tú pelota?
No, papa, jugaré con
otras cosas. Y más, ¿Jesús no enseñó que deberíamos hacer a los otros aquello
que nos gustaría que los otros nos hicieran? Así, si yo estuviese en el lugar
de aquel niño me gustaría tener una pelota, por eso decidí dársela a él.
¡Entonces estoy feliz!
El padre lo miró con
admiración y habló, emocionado:
Jesús debe estar muy
contento contigo, hijo mío, y te recompensará por eso, puedes estar seguro.
Dos días después,
volviendo para casa después de las clases, Tonino entró en su cuarto para
guardar el material y cambiarse de ropa, cuando tuvo una gran sorpresa.
Bien en el centro de la
habitación, entre otros juguetes, ¡estaba el más bonito caballo de madera que
Tonino jamás viera!
Lleno de espanto, se aproximó a él
acariciándolo tiernamente, temiendo verlo desaparecer.
El padre entraba en el
cuarto en ese momento y él se giró, preguntando con la mirada ansioso lo que
significaba “aquello”.
Mi patrona te mandó
estos juguetes. Eran del hijo de ella, pero él está muy crecido y no juega más.
Entonces, decidió dártelos a ti. ¿Te gusta?
¿Si me gusta? ¡Es la
cosa más bonita que ya vi en mi vida, papá! – dijo Tonino, abrazando al
caballito por el cuello y besando la crin de la barba.
Después se levantó y,
secándose las lágrimas con las palmas de las manos, afirmó:
¡Creo que Jesús debe
haber realmente quedado contento conmigo, papá, para mandarme este regalo!
Tía Celia.
Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.
Las historias relacionadas
aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de
responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual,
actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores
para sus clases de evangelización. Fuente:
http://www.searadomestre.com.br/
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