sábado, 4 de agosto de 2012

La Experiencia de La Raposa



Cierta vez una raposa de lindo rabo peludo y de una elegante nariz puntiaguda, aprovechando la noche que había llegado despacito, entró en un gallinero.

Se hizo un gran tumulto. Las aves corrían asustadas, chocando unas con las otras y cacareando de miedo.

Satisfecha con la confusión que se estableció entre las gallinas, la raposa corría de un lado para otro, arrancándoles las plumas y divirtiéndose mucho. Hasta que notó que una gallina continuaba en el mismo lugar. Paró el juego y se aproximó, curiosa.

La gallina, con las alas abiertas, estremecida, protegía su nido donde siete pollitos, acababan de salir de la cáscara del huevo, piando. Al ver que la raposa se acercaba, temblando de pavor, la pobre madre suplicó:

Por favor, doña Raposa, no destruya mi familia que amo tanto. Si quiere puede comerme a mí, pero no maté a mis hijitos y Dios la recompensará por su generosidad. ¡Ellos nada le hicieron! Son pobres criaturas indefensas. ¡Tenga piedad!

Oyendo la suplica de la madrecita afligida, la pequeña raposa se apenó y se fue del gallinero, para gran sorpresa de las aves que respiraron aliviadas.

Algún tiempo después, la raposa, ya crecida fue bendecida con dos lindas rapositas, que eran su mayor tesoro.

Cierto día notó, en las inmediaciones de su refugio, un perro adiestrado en la caza de las raposas, y procuró proteger a sus hijitos de la mejor manera posible.

Sin embargo el perro, que poseía un olfato muy delicado, encontró el escondrijo. Impidiendo que ellas huyeran, mostrando los dientes, gruñendo de la mejor manera posible. 

En ese instante la raposa se acordó de la vez en que entró en el gallinero y de las palabras de la gallina.

Estremeciéndose de miedo ella tartamudeó:

¿Tú tienes hijos?

Sorprendido, el perro paró y respondió:

Tengo.

Sintiendo valor, la raposa continuó:

Entonces sabe lo que estoy sintiendo. Por piedad no mates a mis hijas que son todo lo que tengo. ¿Y si esto estuviese ocurriendo con tu familia? Perdónanos y Dios te recompensará por tu generosidad.

El valiente perro de caza pensó… pensó… y pensó que la raposa tenía razón. Lleno de piedad, se fue sin molestarlas.

La raposa abrazó a las hijas con amor, agradeciendo a Dios la ayuda y reconociendo el valor de la lección que manda a hacer al prójimo aquello que queremos que los otros nos hagan.

Como en aquel día en que ella había ayudado a una pobre gallina desesperada que suplicaba por la vida de sus pollitos, ahora a su vez, en un momento de peligro, había recibido la misma ayuda de un perro de caza, que se apiadó de su situación de madre, que defendía a sus hijitos.

Tía Celia.

Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org
Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.



Las historias relacionadas aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual, actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores para sus clases de evangelización.  Fuente: http://www.searadomestre.com.br/

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