sábado, 4 de agosto de 2012

Enseñanza Viva




Después de las clases, Carlitos volvía para la casa cuando, andando por una calle de gran movimiento, vio a un hombre caído en la calzada.

Condolido de la situación del mendigo, Carlitos deseó hacer alguna cosa para ayudar.

¿Pero, cómo? Era pequeño y nadie le prestaba atención.

Intentó despertar al pobre indigente, pero él no se movió.

Asustado , el chico intentó pedir ayuda a los transeuntes, pero todos estaban con prisas, sin dirigirle una mirada siquiera.

Un tanto desanimado, Carlitos vio a un sacerdote que se aproximaba y se llenó de esperanza. Abordó al religioso, suplicando:

¡Padre, ayude a este pobre hombre que esta pasándolo mal!

El sacerdote lanzó una mirada indiferente al mendigo y respondió:

Infelizmente, no puedo. Tengo el tiempo contado. Me dirijo a la iglesia donde deberé rezar una misa dentro de pocos minutos.

Y diciendo así, siguió su camino, dejando al niño muy desorientado.

No pasó mucho, Carlitos vio a un señor simpático que se aproximaba, sujentando algunos libros.

Llenándose de valor, pidió:

Oh señor, que debe ser un hombre bueno y que debe leer mucho, a juzgar por los libros que lleva, ¿podría auxiliar a este pobre hombre?

El extraño miró al infeliz estirado en la calzada y, tocandose las gafas, replicó:

No puedo. Estoy a camino de la biblioteca donde debo entregarme a importantes estudios. Además de eso, él no tiene nada que un café bien fuerte y sin azúcar no cure. ¡Está bebido!

Friamente, sin preocuparse con la aflicción del niño, continuó su camino, apresurado.

Carlitos estaba casi desanimado cuando vio a su profesora de Evangelización Infantil, viniendo en su dirección. Con ánimo renovado, el niño corrió a su encuentro, afirmando satisfecho:

Gracias a Dios tía Marta que apareciste. ¡Mira, este pobre hombre necesita de ayuda urgente!

La profesora se aproximó, mirando al infeliz que continuaba caído en la calzada. Después, mirando el reloj, dijo compungida:

Me gustaría poder ayudar a ese desdichado, Carlitos, pero infelizmente estoy yendo para casa y necesito preparar la comida. Estaba justamente a camino del supermercado donde deberé comprar lo necesario antes que cierre.

Al oír esa disculpa, el muchacho no contuvo su impotencia. Sus ojos se humedecieron y murmuró más para sí mismo:

¿Será que ese pobre hombre no encontrará tampoco a un buen samaritano?

Sorprendida, la profesora preguntó:

¿Qué dices?

Sí, tía Marta. Acuérdate de la Parábola del Buen Samaritano que tú contaste el último domingo? ¡Es esto! Estoy aquí hace bastante tiempo y nadie atiende mis suplicas. Ya pasó hasta un sacerdote, un profesor, y nadie quiso socorrerlo.

Hizo una pausa y, mirando a la profesora con los ojos grandes y lúcidos, preguntó?

¿Será que no va a aparecer un buen samaritano, como en la parábola que Jesús contó?

Profundamente tocada por las palabras del chico, la profesora respondió, avergonzada:

Tienes razón, Carlitos. Necesitamos hacer alguna cosa por este hombre.

Ella pensó un poco y se acordó que, no lejos de allí, existía un centro de urgencia.

Decidida, telefoneó y, no tardando mucho, una ambulancia recogía al mendigo, llevándolo para atenderlo.

Marta fue con el niño hasta el hospital, donde el médico examinaba al paciente. Algún tiempo después, el doctor informó:

Felizmente él llegó a tiempo. Está enfermo y en un estado de debilidad tan grande que, si no fuese por ustedes, habría muerto.

Ahora recibirá el tratamiento necesario para su restablecimiento. Ya está tomando el suero y medicado, después deberá quedar bien.

Llenos de alegría, Marta y Carlitos se abrazaron. Quedaron, después, que todos los días irían a visitar al nuevo amigo en el hospital.

Emocionada, la profesora afirmó:

Gracias a ti, Carlitos, ¡hoy nosotros obramos como verdaderos cristianos!


(Adaptación de la Parábola del Buen Samaritano, Lucas 10:30 a 37.)


Tía Celia.

Traducción: ISABEL PORRAS GONZÁLES - isy@divulgacion.org

Fuente: El Consolador - Revista Semanal de Divulgación Espírita.
Autora: Célia Xavier Camargo.


Las historias relacionadas aquí fueron retiradas, en su mayoría, del periódico Seara Espírita, de responsabilidad del Grupo Espírita Seara do Mestre, publicación mensual, actualmente con 50.000 ejemplares, y otras fueron creadas por evangelizadores para sus clases de evangelización.  Fuente: http://www.searadomestre.com.br/

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